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jueves, 10 de junio de 2010

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado.

Días de Escuela, Días de Rock.


Días de escuela. La dulce María y el flautista cogieron el tren con dirección a la Isla del Amor, donde gansos y cisnes conviven con Rocinante,  huyendo de Abélica. Intentaron liberar al ser urbano, reo de aquellos que niegan que la paz sea verde. Acosados por las cucarachas, que sabían que entre las cejas sólo tenían libertad, se ocultaron en Sodoma y Chabola, y se durmieron con el son de la nana del emigrante, a la sombra de una mentira del oportunista. Escaparon la noche de que te hablé, huyeron de allí al grito de “¡corre, corre!” y con el amor grabado a fuego.
Ella había sido la mejor bailarina del harén y quería escapar del señor violento, que gobernaba a golpe de látigo. Él quería huir del tiempo gris, donde llueve por dentro. Mis amigos, ¿dónde estarán? les ayudaron a escapar, invocando al espíritu del Capitán Trueno, hasta que llegaron a este Madrid, que es una mierda que ni las ratas pueden vivir. Qué desilusión comprobar que los sermones siguen sonando en la catedral que flota en el espacio, sobre la granja del loco y sus cerdos rockeros que, sentados frente a una hoguera, preparan la batalla antes de que caiga el telón, brindando con una copa y alzando la voz contra la polución que nos invade y no nos deja respirar.
Ella viajó sola en su vagón, buscando los colores que la hacían sentirse bien, harta de buscar escaleras al cielo en la ciudad de los músicos, circulando por la autopista al infierno y cegada por el humo en el agua. Cegada por los mensajes de la televisión que no descansa, que funciona siempre… santa televisión, bendita televisión… la tele no descansa, la tele te vigila… hiede la televisión.
Salvación, oscuridad, frialdad… castigo fue lo que hallaron en los callejones de los flojos de pantalón y del camión de la basura, caminando de la mano de la verdad vencida, con el pelo pintado de azul y tocados del pulmón, pero agradecidos pensando que todo es más sencillo apagando las luces si comprendemos que la luz de un cigarrillo nos puede valer… sí, maneras de vivir… detenidos en la materia, en el silencio de las esferas, en crisis… ¿qué crisis? Crisis y castigo para el fenicio y el astuto.
No hagas caso a este texto, pues todo es mentira, En realidad, no importa, es sólo rock and roll y no voy más lejos. Lo que hace falta es un buen bidón de aire puro y natural, y de cerveza, una piba y un colchón, que sea fina y no estrecha… pero piensa en lo que acabas de elegir porque gritar, cantar es algo más que una intención, aunque si es sólo una canción me siento mejor, porque sé que no estoy en mi juicio y que me falta inspiración, así que pon otra cerveza que esto… se acabó.

Jose Manuel Iglesias Cervantes. (En memoria de Richi. Texto homenaje al “rock urbano”, realizado con canciones de Leño, Topo, Asfalto, Ñu, Rosendo Mercado y Miguel Oñate).

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado.

La Niña Lunática y el Hombre Lobo Enamorado.


Mi niña cree que es una lunática y no es cierto. Mi niña se prendó de la luna porque le deslumbró su brillo entre las sombras y la bruma. Cual algodón de azúcar se la llevó a los labios y se deshizo en su boca, acarició sus senos y se instaló en su pecho. Le reveló sus deseos y le confió sus miedos.
Tan mujer y tan niña, tan fuerte como insegura. Bailó bajo la luz de la luna, desnudo su cuerpo, desnuda su alma. Surcó los mares y paladeó la espuma. Bailó desnuda bajo la luz de la luna y los monstruos y las bestias se enamoraron de ella, de su rostro infantil, de sus senos de nácar, de su corazón de piruleta, rojo y dulce, espinoso y ajado. Lo remendó con hilo de esperanza y oro e intentó ascender hasta ella, peldaño a peldaño, pero se quedó colgada en un ay, pendiente de un cordón de plata lunera, porque las escaleras que van al cielo hunden sus patas en el cieno de las podredumbres del suelo. Mas era un hilo esperanzado, inteligente, enamorado. Un hilo del material de los sueños, un hilo de deseo encendido porque ella es puro sexo, sexo puro, porque el sexo sólo es uro cuando no está reprimido ni aprisionado o, cuando estándolo, se ha liberado. Cuando el sexo es libertad, cuando el amor no está condicionado, cuando el deseo es un torrente y el amor es radical y no está hipotecado o calculado.
Mi niña soñó con ser una embarazada imaginaria, un robot, un espíritu, una bailarina, una muñeca, una funambulista sobre el cable de la vida y una hechicera, y fue todas y ninguna de ellas. Mi niña baila bajo la luz de la luna porque es la reina de las mareas y ella es mi princesa escondida, mi princesa sin reino y con un corazón de piruleta, remendado, mil veces cosido, dolido pero vivo… vivo… vivo. Mi niña está prendada de la luna y yo de ella, con mi cuerpo agotado y sangrante de zarpazos, pero vivo… vivo… vivo.
No, ella no es mía, ni de nadie. Ella es la niña de la luna, ella es libre. Y yo un viejo hombre lobo enamorado de ambas, que no se cansa de hacer brindis al sol y aullar palabras de amor a la luna.

Jose Manuel Iglesias Cervantes para Marta y Luis Rico.

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado.

La Tiranía de los Tópicos.


Tópico. Opinión, idea o expresión que se usa y repite con mucha frecuencia, y no resulta original. Todo tópico tiene un fondo de verdad, pero siempre encierra una gran mentira o una injusticia manifiesta, e implica pereza mental. Pondré unos cuantos ejemplos de ello.
Se llamó “catenaccio” (cerrojo) a la forma de jugar ideada por el entrenador Helenio Herrera (argentino de origen español y nacionalizado francés) para la Internazionale di Milano, cerrando espacios y primando la defensa en detrimento del ataque, esperando agazapado el error del rival. No me gusta el fútbol italiano y, mucho menos, esa apuesta cicatera y fea de jugar siempre atrás, especulando. Prefiero el fútbol vistoso, de toque y desenfadado de Brasil, la garra pujante argentina y el juego ofensivo holandés. La alineación interista en la final de la Champions League que ganó al Bayern Munich en el estadio Santiago Bernabéu en mayo de 2010 fue la siguiente:  Julio César (brasileño); Maicon (brasileño), Lucio (brasileño), Samuel (argentino), Chivu (rumano); Javier Zanetti (argentino), Cambiasso (argentino), Sneijder (holandés); Eto'o (camerunés), Diego Milito (argentino) y Pandev (croata). Entrenador: Jose Mouriño (portugués).  No hay un solo italiano en la lista. Tres brasileños, cuatro argentinos y un holandés. Sin palabras.
Se alude frecuentemente a la idea de la “dulce herida” del amor (obviemos a todos aquellos y aquellas que se han suicidado por tal motivo) o del amor como una enfermedad que “necesita una cura”. La soledad, como la “mejor compañera”. El que bien te quiere te hará llorar (yo prefiero que me quieran menos, la verdad). La suerte de la fea, la guapa la desea (y los cojones). Tu obra te hará inmortal (Sobre todo si enfermas de cáncer). La verdad te hará libre (Que se lo digan a los esclavos. En una fábrica o una obra sí te puede hacer libre… para buscar otro trabajo). Lo mejor para conquistar a alguien es ser natural y mostrarse tal cual se es (sobre todo si eres un pazguato, feo y más triste que la luz de noviembre). Los latinos somos grandes amantes (¿todos?), las latinas amantes fogosas y enloquecidas celosas (¿Sí?). El macho ibérico a la sombra del “landismo”. El hombre siempre va al grano (no hay hombres indecisos), la mujer es más sentimental que el hombre (sobre todo las carceleras de ciertos presidios y campos de concentración); la mujer es más ingeniosa que el hombre (algo que el hombre no comprende porque no se le aportan datos). A las mujeres no les gusta el fútbol ni a los hombres las películas que no sean de acción. A las mujeres no les gusta el sexo; los hombres son animales en permanente y compulsivo estado de celo. Las mujeres no respetan el espacio personal del hombre; él sí, siempre. Las mujeres hablan en un código indescifrable para el pobre intelecto masculino, anclado en una suerte de indigencia emocional e intelectual. La mujer necesita a un hombre que le aporte seguridad. A la mujer, en el fondo, le gusta que la maltraten y cuando dice no, en realidad quiere decir sí. El hombre nada más que piensa en beber cerveza, tener un coche deportivo y en perpetuar la especie. Ellos no quieren a su lado una mujer inteligente. Ellas siempre usan el sexo como arma. La mujer no tiene amigas. Si no tienes enemigos careces de amigos. El tamaño del pene es lo más importante en una relación sexual; los negros la tienen más grande y los moros más gorda. Una lesbiana es una mujer que no ha sido convenientemente fornicada. Los homosexuales son reconducibles por una chica mona que sepa amarles.
Los ingleses son piratas borrachos y unos tipos estirados que no descomponen su atuendo ni en el váter. Los franceses son homosexuales que se perfuman pero no se lavan (los heterosexuales también, aunque quieran disimular) y las francesas unas perfumadas salidas que no se lavan ni se depilan (porque los franceses son homosexuales). Los griegos no son homosexuales, son unos viciosos de tomo y lomo. Los alemanes tienen una mala leche de cuidado (Ya saben: cuando un alemán decide hacer turismo y se mosquea, invade un país o dos) y son unos cuadriculados incapaces de salirse de un guión previamente diseñado. Los italianos son capaces de cruzar el océano Pacífico a nado con tal de echar un polvo y son unos gallinas en combate (los legionarios romanos no cuentan porque eran muy suyos y no eran italianos). Los americanos son prepotentes, engreídos y pululan por el mundo montados a caballo con sombrero de cowboy. Las cubanas y las brasileñas son voluptuosas y unas máquinas sexuales sin parangón. Todos los judíos son torvos usureros y los musulmanes, traicioneros.
Somos el país de la paella, la tortilla, la sangría y el aliento a ajo. El país de los toreros, de los fiesteros, de la siesta reparadora que todo lo paraliza, de los enérgicos vitalistas que no sabemos decir no. España, esa nación donde se está en Europa sin sentirse europeo. Que usted es un pobre currante que no recuerda la última vez que se echó un sueñecito después de comer, que su irrisorio sueldo no le da para montarse una jarana o que no le gusta beber sangría. Bueno, le comunico que usted no es español. En general, los extranjeros tienen mejor opinión de España que los propios españoles… ¿Serán que no nos conocen lo suficiente o que nos conocen muy bien? Desterremos los tópicos, es el primer paso para acabar con los prejuicios, las injusticias y el racismo. Sólo por esto ya valdría la pena.

Jose Manuel Iglesias Cervantes.

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado.

Perdidos en “Perdidos”.


Jaimito está en el aula y un profesor le pregunta el título de la obra inmortal de Dante  Alighieri. Como el niño no tiene la menor idea, le va dando pistas: “La…”, “La Di…”, “La Divi”…, “La Divina…” “¡Que no, leches, que no lo adivino!” protesta el chico. Este patético chiste viene a cuento por la genial serie “Perdidos” y las protestas que oigo a menudo de muchas personas acerca de que se “pierden” o no la entienden. Y viene a colación acerca de lo que vengo escribiendo tiempo ha en esta columna sobre lo poco y mal que leemos los españoles.

Si hubiéramos leído “La Divina Comedia” del citado Dante, concretamente el Canto II, El Purgatorio, no “nos perderíamos” tanto en “Perdidos”. Allí hallamos el concepto del Antepurgatorio, a cuya playa (¿de una isla?) llegan centenares de almas desorientadas, “perdidas”, en una gran barca alada sin velas ni remos (¿un avión?) a esperar su destino en una suerte de mundo bisagra conectado con el mundo real, el infierno y el cielo. El famoso, y tantas veces demandado “Humo Negro” de la serie no es otra cosa que el “aura negra” que encontramos en el Canto V del Libro del Infierno de la inmortal obra de Dante, en el acceso al infierno de los que pecaron de lujuria (como el propio escritor italiano, débil confeso ante el llamado pecado de la carne, y como quien estas líneas escribe). Un “viento negro” que aplasta en impetuoso avance a ras de suelo a las almas con rumbo al averno.

La isla, que a mí personalmente me parece una referencia permanente al mito de la Atlántida, tapona la salida del Mal como concepto impidiendo su fuga al mundo terrenal, y mantiene en ella a las almas en espera de su destino, siempre sujeto en último extremo a su libre albedrío, concepto basado en la teoría ilustrada de que Dios no nos condena, sino nuestros propios actos. Es por ello que los personajes van y vienen y, en función de una u otra circunstancia, sus vidas “en el mundo real” se modifican. Ora están felizmente casados, otrora están alcoholizados e infelices; son millonarios o pobres, etcétera, dándose siempre la posibilidad de redención, encarnada por encima de todas en la apesadumbrada figura del iraní Sayid, el antiguo “torurador torturado”. Todo ello porque el hombre es de naturaleza humana y divina a un tiempo, como leemos en el “Libro de los Siete Sellos” del “Apocalipsis” de San Juan.

Amén de en el “Génesis” bíblico, en la magnífica “Rey Jesús”, de Robert Graves, encontramos la Escalera de Jacob, una escalera en espiral por la que los ángeles suben y bajan del Cielo al Infierno, y por la que ascendió el patriarca Jacob al Paraíso entre sueños, abriendo las “Puertas del Cielo”, a las que luego cantaría Bob Dylan (también aparece en la obra de Milton entre otros muchos autores). Graves la sitúa en el monte Moria, donde se construye el Templo de Jerusalén y donde se producen los sacrificios (algo que se repite en varios capítulos de “Perdidos”, literalmente). La Escalera de Jacob, también llevada al cine en una película de Adrián Lyne y protagonizada por Tim Robbins, y que también toma forma en “Perdidos” en las distintas escalerillas por las que se accede a las estaciones de la Iniciativa Dharma, una especie de Torre de Babel integrada por bienintencionados pero soberbios científicos que, en cierto modo, retan a la divinidad.

En cuanto a otro personaje clave, Richard Alpert, o Ricardus, el hombre que permanece joven puede hacer referencia, como algunos sostienen, al Albión de William Blake, pero yo creo que está más vinculado al “hombre eterno” (“The Everlasting Man”) de G. K. Chesterton, que trata del origen evolutivo de la humanidad y para el que hay dos formas de llegar al hogar: “permanecer en ella o dar la vuelta al mundo para llegar a él”, algo que también encontramos en “El Alquimista” de Paulo Coelho, con clara influencia del Cristianismo en la idea del hombre frente al cosmos, el emisario de Dios. No es extraño que proceda de Lanzarote, la “isla escondida”, en otra clara referencia al mito de la Atlántida. Y la ecuación de Valenzetti, que indica el tiempo (en años, meses, día, horas, minutos y segundos) que tiene la humanidad antes de que se autodestruya, son los famosos números 4 8 15 16 23 42, mientras que la colosal estatua hace referencia a la diosa egipcia Tauret, protectora de las embarazadas (curiosamente, los niños engendrados en la isla mueren al nacer, menos uno, una esperanza, una especie de Mesías redentor al que Kate, una especie de María Magdalena, protege).
Todo ello me conduce a mis recuerdos del colegio del Mercado y al afán con que se empeñaba, con desigual fortuna, el profesor que recuerdo con mayor agrado de aquella época: don Andrés, empecinado en la infatigable tarea de que adquiriéramos la costumbre de leer, y que mi padre secundaba con energía en mi casa. Tengo entendido que al final de su carrera profesional consiguió que sus alumnos asumieran como un castigo, y no como un alivio, que les prohibieran leer. Mis más efusivas felicitaciones, querido profesor.

Por cierto, el piloto del avión de “Perdidos” será un ángel… apuesten por ello, y lean “Rey Jesús”, de Robert Graves. Muchos conceptos religiosos e históricos les serán clarificados.


Jose Manuel Iglesias Cervantes.

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado.

Hoplitas de Valderas.


Hace muchos años, demasiados, mis amigos y quien estas líneas escribe vimos en la única grande y libre cadena de televisión que teníamos una película que se llamaba “El León de Esparta”. Insuflados de infantil ardor guerrero corrimos a fabricarnos escudos, espadas y lanzas, y nos enfrentamos en los descampados de Los Castillos en singular combate con los “persas” de los barrios vecinos. A un pobre que era algo más cortito, le convencimos previamente para que hiciera de cobaya para medir la resistencia de un casco que habíamos hecho rajando una pelota de goma. Era nula, por supuesto, pero esa es otra historia, y nunca fuimos angelitos.

Saco a colación la anécdota porque en adelante siempre he medido la valentía en parámetros espartanos. Los hoplitas a las órdenes de Leónidas murieron en el paso de las Termópilas en año 481 antes de Cristo por preservar la libertad de los suyos, para no vivir bajo el yugo del imperio persa, y para que pervivieran las leyes de Esparta y, aunque fueran rivales, las del resto de los pueblos griegos, poniendo las bases del concepto que ahora llamamos Occidente.

Los hoplitas peinaban sus cabellos antes de entrar en combate para que la muerte los hallara bellos, amén de serenos, algo que muchos de sus enemigos no comprendían. Algo que los miserables siguen sin entender hoy día. La educación espartana comenzaba a los cinco años de edad; era obligatoria, pública, colectiva y estaba destinada a la formación de guerreros honorables. Valoraban el mérito propio en función del de sus compañeros. De tal modo, nunca protestaban si les era negada una prebenda en provecho de otro. No debían ver en ello una injusticia, una afrenta o un menoscabo, sino un acicate, un motivo para esforzarse aún más hasta hacerse merecedor del premio por el que había pugnado con sus compañeros. “Si no me han concedido tal recompensa con todo lo que me he empeñado, ¿qué no habrá hecho mi compañero para lograrlo?”, era el razonamiento. Y la envidia o el rencor no tenían lugar en detrimento de la sincera admiración. Como dejara escrito Tucídides, era imprescindible que la adjudicación de los esfuerzos y las recompensas se ajustaran con rigor a la extrema justicia y objetividad, en una sociedad de ciudadanos (“astoi”), de pares (“homoioi”), esto es: de iguales porque acomodados y humildes compartían la misma vida austera, frecuentando los mismos comedores y el mismo estilo de vida. Todos los términos citados son espartanos, y se traducían en un público y profundo desprecio a los “tresantes”, es decir, a los “temblorosos”, a los cobardes, que podían redimir su pena mediante actos heroicos en combate. Para entender esta mentalidad hay que asumir la frase de despedida de las espartanas a sus hijos antes de ir al combate: “Vuelve con tu escudo o encima de él”.

La valentía, por todo esto, encuentra en Esparta su máximo exponente, el espejo en que contemplarse, y se encarna en la figura del hoplita que, en lugar de un león o cualquier otra fiera temible, pintó en su hoplón (escudo que portaban los guerreros espartanos y al que debían su nombre) una mosca diminuta, con la intención de aproximarse lo necesario a sus enemigos en el combate para que éstos fueran capaces de verla con nitidez. El hoplita de la mosca no necesitaba amedrentar desde la lejanía con animales enormes y feroces; bastaba un pequeño punto que sólo se identificaba cuando la distancia con la muerte era sumamente mínima, y quizá demasiado tarde para poder contarlo.

No comparto, sin embargo, su desprecio por los “ilotas”, campesinos esclavos sometidos a la fuerza,  y los “periecos”, campesinos sometidos a Esparta sin usar ésta, ni por la democracia en favor de la típicamente espartana bicefalia en el poder ni por la oligarquía, aunque la tozuda actualidad me haga a veces dudar en la verdadera conveniencia de que todos los votos valgan lo mismo. ¿Acaso pesa lo mismo el voto meditado y calculado de una persona preparada que el de una persona sin formación? Seguramente no, pero creo que hay que morir en el empeño de que desaparezcan de nuestro sistema tales personas carentes de la necesaria formación. Que todos y todas dispongamos de las mismas oportunidades, y de los mismos accesos a las fuentes del conocimiento. Sólo así la sociedad es justa y merece ser llamada democrática. Lo demás, y por supuesto la nuestra, son meras aproximaciones al ideal democrático. Pero hemos perdido el resto de los fundamentos espartanos, sus virtudes: el gusto por el mérito, la honradez y la admiración sincera en aras de la envidia, la mezquindad, la corrupción y las trapacerías. Los corruptos y los ladrones se erigen en la indignada voz acusadora en los tribunales, sin el menor sonrojo, en medio de un ruido ensordecedor, pues esto es lo que hay hoy día a nuestro alrededor en todo momento: ruido. Como en la canción: ruido, demasiado ruido, tanto, tanto ruido que no deja apreciar la canción, que hace imperceptible el mensaje que subyace en toda sociedad digna, y que no es otro que apostarse en el paso de las Termópilas para impedir el paso de los corruptos y los enemigos de la democracia que intentan invadirnos. Que es el ciudadano quien construye o destruye ciudadanía y no al revés, pues grano a grano se va haciendo granero. Contemplemos nuestros escudos y comprobemos si llevamos en ellos moscas o dragones. Seamos pacíficos, si es posible, pero seamos hoplitas de nuevo en defensa de la justicia, de la dignidad, de la equidad, de la cultura, en una palabra: de la libertad.

Jose Manuel Iglesias Cervantes. 

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado.

El Complot de los Pelagras.

Ocultos entre las sombras, los aviesos miembros del Eje del Mal maquinan incansablemente. En el Reverso Oscuro de la Fuerza, los conspiradores traman horripilantes planes contra la justicia infinita de los áureos caballeros de la Banca, los santos prebostes de la Moral y los adalides de la bendita Economía Globalizada. Ejércitos de vejetes pensionistas, funestos funcionarios de medio pelo, hediondos trabajadores a cuenta ajena sujetos a eres y demás chusma “mileurista” han establecido una siniestra alianza con niños provocadores de santos pederastas y con mujeres amantes del burka constitucional y de la democrática ablación de clítoris, en sintonía perfecta con pérfidas mujeres violadas por impolutos maltratadores, con el oscuro objetivo de… ¡Protestar y lamentarse!. Y no contentos con ello, pretenden un trato justo y dejar de ser…. ¡explotados! Aún más, estos desgraciados pretenden que se les reconozcan DERECHOS HUMANOS y dejar de ser la hez del impecable sistema del bienestar. Algunos, incluso, se niegan a ver los balsámicos mensajes que se les envían desde los formativos programas de la prensa rosa, dudando de la beatitud de Santa Belén Esteban, virgen y mártir, y Sor Karmele Marchante, mártir de Eurovisión e iluminada del movimiento independentista catalán.
¿Todo está perdido ante la invasión de los pelagras? ¡No! El Primer Mundo resiste al invasor ahora y siempre. Los lanceros del invicto Regimiento de Los Que Mean Colonia han detenido el avance, según informan los agentes de Wall Street y la City Londinense. Los odiados PIG,S (Portugueses, italianos, griegos y españoles) han sido frenados por el indómito brazo de San Jorge y la virtud incorruptible de Juana de Arco. Sí, amigos, son los de los chistes: “va un español, un portugués y un griego…”, ya saben, gentuza a exterminar cuanto antes mejor, pues están al borde del colapso y amenazan con arrastrarnos a todos, ya que sólo piensan en dormir, beber y fornicar, a diferencia de los castos y abstemios anglosajones y germanos. Menos mal que los indefensos banqueros, angelicales brokers, santos pederastas con sotana y trincones de las más altas esferas se han conjurado para salvar el planeta de la famélica legión, y seguir amasando pingües beneficios y no ceder un solo dólar en la batalla. Por aquí, un indomable juez hace lo que puede y, lejos de imprecar a los terroristas por sus crímenes o incluso a las fuerzas de seguridad por fallar en su misión de detección y detención de los mismos, ha abroncado a la madre del muerto. ¡Muy bien, señoría, qué se creen estos inmigrantes y víctimas del terrorismo! Son unos bultos sospechosos…
Mientras tanto, en una galaxia muy lejana existe una civilización en la que la Bolsa sigue siendo el termómetro de la especulación y no de la economía real, que es regulada por gobiernos que no son meros títeres de multinacionales y tiburones de las finanzas. Los estafadores van al presidio, los especuladores bursátiles no utilizan a los pobres y trabajadores en su beneficio, ni como cortina de humo para justificar sus desmanes; la pederastia es un delito y no un pecado; se procura una educación de calidad basada en la tolerancia y en la igualdad de oportunidades y de trato, y la violación y el maltrato son un delito punible, y no una consecuencia de una provocación previa. Pero estos “Jodíos Jedis” no atravesarán nuestro prevaricador escudo protector contra la honradez, la humanidad, la dignidad y demás zarandajas. Nuestro inmortal lema: “Tanto trempa, trinca tanto, el banquero como el santo” ondeará por siempre.
Aquí sabemos de sobra que los insaciables pensionistas, los pérfidos funcionarios de baja ralea, los malvados obreretes, los discapacitados escaqueados y los vagos arrastrados que cobran el desempleo deben pagar la factura de la crisis en justo castigo a su complot. Esta crisis la generaron banqueros y especuladores sin escrúpulos, y se lucraron con ella chorizos de guante blanco, pero la habrán de pagar los pelagras, como siempre: jubilados indigentes, funcionarietes mileuristas y trabajadores paupérrimos; las altas rentas ni tocarlas, como Dios y la Banca mandan. Es más, abogamos por su exterminio y que vengan africanos indigentes en régimen de plena esclavitud con sus sumisas mujeres castradas y con infantes aleccionados, que como bien apuntó un obispo, los niños van provocándoles y, claro, así no hay manera.
Por cierto, el otro día escuché que el “Curso de Imbecilidad” de Pep Vila para la formación de payasos en España era un rotundo éxito. No es de extrañar. Lejos de nosotros la funesta idea de pensar. ¡Muera la inteligencia!

Jose Manuel Iglesias Cervantes.

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado.

Volver a ser un niño.


Ella era purito morbo. Y yo deseaba fotografiarla, resaltando el azul marino de la tinta de sus tatuajes sobre su piel blanquísima, a horcajadas sobre una moto, símbolo de rebeldía y de potencia. La luz era propicia y su rostro gritaba al viento libertad. “No puedo, no soy fotogénica”, mintió con una tímida sonrisa. “No me he maquillado, voy vestida de mañana y estoy muy quemada, y así vas a sacar lo peor de mí”, se escudó tras el surtidor de cerveza, parapetada tras el burladero de la barra del bar.
“Lo peor de algunas personas es preferible a lo mejor de la mayoría”, me sinceré en vano. Dudó por unos instantes, meditó calculando las opciones, se miró las piernas y los tatuajes. “No, lo siento, no puede ser; hoy no, ahora no. Tú vendrás aquí más veces y, en otra ocasión, seguro que sí”. “¿Cuándo ya seas fotogénica?”, bromeé. “No, en serio, más lo siento yo; en efecto, vendré más veces y seguirás siendo la misma, una mujer muy interesante”, contesté, “pero ya no será igual ni la luz ni la falta de maquillaje… ni el morbo”, me dije para mí buceando en un cubalibre de ron. Me dio dos besos, como en la canción, uno por mejilla y me dijo adiós. Respondí a su despedida en voz baja, con niebla en mi cerebro y escarcha en mi corazón.
Los tatuajes de esa muchacha son alambres de espino que rasgan y bordean su cuerpo frágil como una flor y duro como el diamante a un tiempo. Besos que arañan, caricias que desgarran, zarpazos de amor… sueños románticos, dulzura oculta bajo una coraza de hierro. Quiso, pero no se atrevió y el resultado es el mismo, aún peor, más doloroso por cuanto implica de deseo infructuoso, de anhelo perdido. “El temor y el pudor atan más férreamente que los alambres de espino”, pensé. Nos hacen retroceder y huir, escapar de nosotros mismos, que somos nuestros jueces más implacables.
“Otro día y en otro lugar”… ya no será igual. No puede serlo, porque los trenes que se pierden ya no vuelven a pasar y, en el caso de que lo hicieran, irían a distinta velocidad, con otra pintura y con distintos asientos libres y ocupados.
Retrocedí a los años del colegio, encima del Mercado de San José de Valderas, y a la figura del “Bufa”, antes de su descenso al vértigo de las drogas. Sonaba en el garito la voz de Javier Urquijo, de “Los Secretos”, desde el más allá, aquí, muy cerca. “Volver a ser un niño” –decía- “volver a ser un niño”… Qué gran cosa cuando todo cambia, como él dice, porque nos haya sonreído Cupido tan sólo un poquito. Qué maravilloso volver a ser un niño, acaso por un instante, lejos de los problemas y de los remordimientos, de las mezquindades y de los chantajes… volver a ser un niño sin tatuajes en el alma, “con ese brillo que te quita el frío de las cosas”. Le respondió Josele, de “Los Enemigos”: “el mundo rula y, al caer, se muerde la cola, ¿por qué has tenido que crecer? ¡Maldita la hora!”.
El “Bufa” cantaba -cada vez que aparece en mi mente lo hace-: “siempre soñé con ir a L.A., dejar un día esta ciudad, atravesar el mar en tu compañía…” Años después, una conocida, un ángel con rostro de tal y un cuerpo perfectamente diseñado para los deseos más pecaminosos (en el caso de que tal cosa exista) me aseguró que aquella ciudad es una gigantesca mole de mierda. ¡Qué más da! Escapar, huir es lo que cuenta, en los dulces brazos de la imaginación. Al paraíso de los seres dichosos, donde hombres y mujeres se aman sin hipotecas, sin tatuajes en el alma, sin heridas en el corazón, sin chantajes en la cartera emocional, sin un “Breakheart’s Hotel” en su censo.
Miré la pantalla del televisor, el hombre del tiempo anunció: “mañana, sol y buen tiempo”.

Jose Manuel Iglesias Cervantes.

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado.

Mamosos famosos, famosos mamosos


Fama. Opinión que tiene la gente de la excelencia de un sujeto en su profesión o arte. Los españoles queremos ser famosos pero, como es harto complicado destacar, nos acogemos a la tercera acepción del diccionario: Que llama la atención. Con eso nos basta. Que hablen, aunque sea bien. El mérito y el esfuerzo se dibujan en nuestras mentes como senderos demasiado largos, tortuosos y desabridos. Apostamos por la cultura del pelotazo, del trepa, del lametón, del braguetazo, de la pérdida del sentido del pudor o del ridículo. Todo vale en aras de ser “famoso”, “conocido”, “popular”.
Mamoso, dícese del que mama bien y con apetencia. El que mama mucho y mama bien. Un buen mamoncete. Una bendición para cualquier madre tener un bebé así, zampón y con los mofletes sonrosados. Una bendición para la madre y allegados si no rompe la tendencia al crecer. Otro gallo canta al resto de sus conciudadanos, pero eso no importa en el país del que no corre, vuela. Y ya se sabe que ave que no vuela, a la cazuela. Sobre todo desde que todos soñamos con ser Fernando Alonso, pero sin padecer sus sacrificios; con ser Fernando Torres, pero sin ir a entrenar; Bruce Lee, pero bebiendo cañitas y sin ir al gimnasio; millonarios con mercedes, chalé y piscina, pero sin madrugar. En suma, desde que declinamos ser un país de eméritos reconocidos a favor de ser un irreconocible país de famosos mamosos o de mamosos famosos, que es parecido pero no lo mismo.
Son los paladines del “Dios no me des, ponme ande haiga, que ya me ocupo yo de trincar”. Les das la mano y te dejan el muñón. Les dejas desnudos en una habitación vacía y, a la que vuelves, tienen una suite de lujo con caviar ruso y Moët & Chandon en la cubitera, y una maciza en lencería fina sobre una piel de oso polar frente a la chimenea con leños crepitantes al fuego.
Sí, ya sé que a veces parezco el Cándido de Voltaire, pero aún así soy consciente de que en España pesa más ser listo que inteligente y mucho más que culto. Sé que quien no tiene padrinos se muere moro, esto es, sin bautizar. Y sé que no es algo nuevo, sino que colea desde los días del Lazarillo y más allá. Que Don Dinero es poderoso caballero y que el que tiene vergüenza no almuerza. Más vale maña que maño, perdón, que fuerza (me traiciona el subconsciente) y más vale que te desprendas con premura del pudor, la honradez, el honor y demás valores otrora tenidos por virtudes y ahora por lastres. Más vale desprenderse del desprendimiento.
Pero convengamos en que esto ya pasa de castaño oscuro. Tras verle danzar en un garito de la Habana, una amiga le dijo a un mulato: “Hay que ser cubano para bailar así”. El muchacho sonrió y contestó: “No, mihijita, hay que aprender y ensayar muuuuchas horas”. ¿Talento? ¿Mérito? ¿Esfuerzo? ¿Para qué? ¿De qué sirven? Estudiar, trabajar, entrenar, ensayar, aprender a cantar, a bailar, a actuar… sacarse una ingeniería, una licenciatura, aprender un oficio… Pérdidas de tiempo. Cárguese de soberbia, inmodestia y malos gestos. Búsquese un torero, futbolista o similar, exprima zumo genital y repita ante el espejo cien veces o más una frase similar a: “yo por mi hija… ¡maaato!” (Sale mucho mejor si consigue exclamarlo con una vena hinchada en la sien o en el gaznate, y beberse un litro de cazalla también ayuda lo suyo, sobre todo para agriar la voz) Al fin y al cabo esto es puro teatro, un circo sin leones pero plagado de fieras y payasos. Igualmente válido es despreciar la mínima formación musical y, a un tiempo, lanzarse a graznar cual grajo algo que intentarán colarnos como una canción.
Todo vale. Esto es Jauja, perdón, España, ese país que con tales mimbres parece condenada a seguir en el furgón de cola del orbe civilizado por muchos años, en la caverna del cilicio y del donde la ciencia no llega, la vara lo endereza. Que el que no corre, vuela y, como en el tango, el que “labura” es un gil. El más necio hace relojes de madera y funcionan que es una barbaridad. Intelectuales rijosos que ponen su sable al servicio del mejor postor, traicionando cualquier poso de moralidad o decencia que les quedara, hasta tornar al pueblo en populacho, hasta convertir las ideologías en coartadas para dejar de pensar. Todo por la saca y a chupar del bote hasta que la pasta se agote, patriotas del doblón. Es cierto que la Gran Vía madrileña ha cumplido cien años, pero las calles de Montera y de la Ballesta están más enraizadas en la tierra de nuestra maceta.
Escucho en una emisora de radio a una experta en la materia explicando que si soplamos un caramelo sobre el cuerpo de nuestro amante sentiremos un aluvión de nuevas sensaciones. Supongo que eso nos convierte en un soplacaramelos, y siempre he pensado que no es lo mismo tocar la gaita que soplarla. La experta asegura que “el cuerpo humano es enorme” ¿? y que podemos “seguir soplando”, por ejemplo en el pene. En efecto, sí lo haces, automáticamente te conviertes en un soplapollas.
No, no envíe a sus hijos al colegio ni al instituto, aún menos a la universidad. Hágalo lelo de solemnidad desde la cuna y le ahorrará disgustos y depresiones. O métalo de concursante en Gran Hermano o, aún mejor, que se haga político, ya no le hace falta ni que termine los estudios básicos, basta un buen escáner y un poco de photoshop. Famosos mamosos, mamosos famosos, tanto da, y así nos va pero, como canta Serrat, cuando termina la fiesta la zorra rica vuelve al rosal y la zorra pobre al portal, y en Alemania hace tiempo que la orquesta dejó de tocar.

Jose Manuel Iglesias Cervantes.

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado

Allí donde mueren las gallinas


Chulo. Que se comporta con jactancia y presuntuosidad. Llaman chulo y borde a Cristiano Ronaldo, porque se ha encarado con un grupo de aficionados en Almería que le vociferaban “ese portugués, que hijoputa es”, “nos la vas a comer” y otras lindezas similares. El chico, más que harto de escuchar tales cantinelas día sí y día también, les mandó a salva sea la parte y, tras meter un gol en el campo, les dijo “nos os oigo cantar nada” o cosa parecida… Y es un chulo y un impresentable, reconvenido por su propio director deportivo, Jorge Valdano, en el extendido entendimiento de que “el público siempre tiene razón” y que hay que oír y callar. Porque estamos en la sociedad del todo vale, donde todo son derechos sin deberes y la modestia, la educación o el respeto siempre le son exigibles a los demás y nunca a nosotros mismos, en esta sociedad de acomplejados, mediocres y meapilas, sólo valientes desde el anonimato del rebaño, al amparo de la masa.
Pues yo digo no. Humildemente: no, señor. El chico es un excelente futbolista, atractivo y multimillonario y, claro, esto muy difícil de digerir. Y el público, cuando se convierte en chusma vociferante y mal hablada, en mole canallesca, no sólo pierde la razón sino que se torna en algo manifiestamente peligroso y dañino. De nada valdrá recordar que el deporte se basa en valores ya totalmente trasnochados, cuando no directamente olvidados o caídos en desgracia. Que el fútbol, y sobre todo mi admirado, por añorado, rugby se basaban en animar a tus colores pero siempre desde el respeto al contrario y, si éste te derrotaba con limpieza, merecía ser reconocida su superioridad y serle rendida tu admiración y tu aplauso, con el objetivo de mejorar y poderle derrotar en la siguiente ocasión en buena lid. Es lo que diferencia a un caballero de un rufián, aún más, lo que distingue a un ser humano de una bestia parda. En suma, unos preceptos morales totalmente alejados de los que han convertido este deporte en un lamentable “espectáculo” (qué miedo me produce esta palabra en bocas malintencionadas y contextos equivocados, pues en su nombre todo está permitido) de billeteras engordadas sospechosamente, de vanidades desmesuradas y de metrosexuales sin neuronas. Una secta de seguidores cerriles donde lo único que cuenta es vencer al precio que sea, de negadores de la evidencia y del agua y la sal al rival, en sintonía con la máxima ignominiosa del “pisalo, al contrario, pisalo” del insigne entrenador argentino Carlos Bilardo.
Nos hemos vuelto todos locos o unos cretinos desnortados. Nos ganamos una merecida libertad tras años de secuestro y hemos pasado de ser ilusionados libertos a libertos desnortados. Suerte que no soy ningún crack futbolístico porque si no verían realmente lo que significa ser un chulo y un cabrón, porque los animales sólo entienden el idioma de las bestias. “Alto, fuerte, lejos”, el viejo lema latino, ha sido sustituido por el de “Necio, sordo, ciego”, pues no hay peor ciego que quien no quiere ver ni peor asno que quien no desea ser desasnado. Bienvenido, pues, Cristiano a mi barrio y al País de las Maravillas, a mi país de burriciegos, donde no hay deberes, sólo derechos, donde los radicales de izquierdas y los falangistas “velan” por la democracia y sus principios; ellos volverán a precipitar su final ante nuestra desidia, galbana y cobardía, aunque nos queda la esperanza, que es lo último que se pierde. La esperanza, esa dulce amante que nunca nos abandona mientras nos quede aliento, dando un rayo de luz a nuestras vidas. La esperanza… sí, esa puta que se viste de verde y que, más tarde o temprano, siempre te vende.
Dicen que el esperma masculino español (“¡Viva el semen español!”, vociferaba un chavalín ante las cámaras de televisión en un arranque carpetovetónico de patriotismo) está perdiendo calidad por la contaminación y ciertas hormonas de las vacas… o quizá por las hipotecas, el paro y la desesperanza, vaya usted a saber, hasta que lleguemos al hombre del pene retráctil, último eslabón de la cadena evolutiva, que halló su precedente en un pastor mejicano que años ha falleció aplastado por una roca desprendida de un monte mientras se beneficiaba sexualmente a un ave… Murieron ambos en el acto (nunca mejor dicho) gallina ella, tonto él. ¿Realmente dará tiempo a que cambie el clima antes del fin del mundo con tanto imbécil en las esferas de decisión? Estamos en manos de los idiotas del terror y de los manipuladores de las masas por el miedo. No salgas, no hagas, no digas….
España sólo hay… dos. Somos hijos de Caín. Sinvergüenzas en puestos de poder e inocentes sentados en los banquillos. Y sin noticias de Robin Hood. La paz de los muertos no es paz, es un grito horrendo que se oye como un lamento sordo más allá de las tapias de los cementerios. No puede existir una democracia real mientras haya muertos, con independencia del bando o del credo ideológico, sepultados en cunetas o descampados. Así no descansan en paz y menos aún sus descendientes. No hay paz sin reposo, no hay paz sin guerra, ni guerra sin disputas económicas y de poder. El poder corrompe y, en la medida que aísla, atonta. Siempre se ha hecho negocio de los muertos y de la pesadumbre como con las tapas de mármol en las mesas de los bares madrileños de La Colmena: empresas cibernéticas de búsqueda de empleo que sólo colocan en función de lo que paga el desempleado. Ya no se cobra por trabajar, se paga. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ve con espanto la rigidez de nuestro mercado laboral y la receta que aconseja es sencilla: abaratar el despido de los contratados fijos para igualarlos (en la podredumbre) con los contratados temporales. Temporalidad, mal sempiterno de nuestro mercado. Cuatro millones y medio de parados y el despido es caro, qué será cuando éste sea barato. Los responsables de la crisis económica no sólo no piden perdón sino que siguen exigiendo, y la cuenta de la orgía la pagan los de siempre, los que no han fornicado. Así pues sólo me queda ser un chulo, no como Cristiano Ronaldo, y mirarles a los ojos llevándome las manos allí donde mueren las gallinas.

Jose Manuel Iglesias Cervantes.

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado

De Cañas… y Barro


Quedo con unos antiguos amigos en un bar del barrio. Me alegro sinceramente de verlos, pues hace mucho tiempo que no frecuentamos los mismos lugares y compañías. Es curioso con que facilidad las personas podemos pasar de ser íntimos a conocidos y a prácticamente desconocidos, incluso unos completos extraños, sólo con dejar de tratarnos unos años.

Nos tomamos unas cañas de cerveza. El más mayor del grupo me cuenta que lo ha pasado muy mal, que ha estado ingresado en varios centros de desintoxicación y en un centro psiquiátrico tratándose de su adicción a las drogas y de un trastorno bipolar de la personalidad. Ha estado amarrado a la cama para evitar autolesiones, en un rosario de penalidades físicas y de torturas anímicas. Hace tres años fue detenido por conducir en un estado lamentable un vehículo sin el correspondiente permiso, previamente retirado. En el juicio rápido celebrado al efecto le sentenciaron a dos años de retirada del carné de conducir, 1.800 euros de multa y 22 días de trabajos sociales. Le dijo a la jueza que tenía unos ojos preciosos y un cuerpo espléndido. Lo cortés no quita lo valiente, pienso. Los trabajos para la comunidad consistieron en recoger tierra morena para las macetas de una señora enferma.

Se suma a la conversación otro antiguo conocido. Nos cuenta que es incapaz de vencer su alcoholismo y que se ha presentado dos veces, por falta de una, en el presidio de Soto del Real, pero que no le admiten porque ha perdido un papel y al funcionario no le consta su citación. “He ido a la gobi, incluso, y no salgo en busca y captura, así que no sé que hacer. ¡Joder, chicos, no me quieren ni en el talego! Al final –nos dice- me iré a un centro a mi pueblo, que al menos te dan buena ropa y jamoncito, y a lo mejor dejo el condumio –cocaína- y el alcohol”. Surrealismo puro. Me viene a la mente su imagen, sentado a las puertas de la cárcel en un banco de piedra bajo el aguacero, pidiendo al funcionario que le deje guarecerse de la lluvia y le deje hacer una llamada para que vuelvan a recogerle tras su no ingreso en prisión. “Los pavos no lloran, tronco, sino me ponía a llorar aquí mismo”, asegura… y le creo.

Nos hemos criado en el mismo colegio, si bien en cursos diferentes, y hemos frecuentado las mismas calles y lugares; nuestras familias se conocen. Sin embargo hemos transitado diferentes caminos vitales. Acaso no terminar así se deba a una línea más fina de lo que podamos pensar o creer. Recuerdo que en mi juventud, yendo con uno de los que allí estaban, ganamos un macuto entero de botellines de Jack’s Daniels y de ron en el tiro de un barracón de feria. Las únicas escopetillas de verbena que he visto sin trucar o, al menos, bien calibradas. Nos los bebimos en un camping de Almería, intentando ligar infructuosamente con unas muchachas. Lo que ligamos fue una cogorza de tal calibre que se incendió el recinto y no nos enteramos hasta que los bomberos, que habían desalojado a todos los campistas, consiguieron sofocar el fuego. El bombero que nos halló riendo, al lado de nuestra tienda, nos dijo: “¡Vaya torrija lleváis!, mejor quedaos porque ya hemos apagado el incendio”. Recuerdo que yo pensé: “Menos mal, porque si nos llega a dar una llama ardemos hasta el día del Juicio Final, con la cantidad de alcohol que llevamos en sangre”… Para habernos matado. Y me descubro echándole la bronca a mi hijo porque ha bebido. “Por cierto, no veas como sopláis cerveza”, exclama a modo de despedida el alcohólico. Qué flaca es la memoria. Qué acomodaticio es el recuerdo y España, qué gran país.

Jose Manuel Iglesias Cervantes.

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado

Moby Dick


Todos tenemos un Moby Dick particular, como el capitán Achab. Un cachalote que nos ha destrozado una pierna y la moral, y al que aspiramos a dar caza aún a costa de sucumbir amarrado a los arpones de su lomo. La pelea a muerte con el destino adverso. La lucha con el enemigo formidable, con el rival invencible. Todos nos enrolamos alguna vez en un ballenero como el Pequod cargados de expectativas, prestos a madurar. Unos bregan, como Achab; otros aprenden y viven, como Ishmael; otros se refugian en la clandestinidad al abrigo de las miradas de un mundo ignorante y hostil, como Nemo a bordo de su Nautilus; otros pelean contra molinos de viento defendiendo el amor idealizado de Dulcinea, como el Quijote; otros luchan contra la penuria diaria con picaresca y desigual fortuna, como el Lazarillo de Tormes; otros toman la espada y el mosquete para luchar por nobles empresas con la superioridad moral y el alma torturada del mosquetero Athos; otros lo dan todo con inusual desprendimiento por el amor incondicional y no correspondido, como Cyrano de Bergerac, tirando cien ducados de una vez sin disponer de dinero, por la mera belleza y grandeza del gesto. Otros se embarcan en la empresa contra el enemigo colosal desde la indefensión y la debilidad física, pero con la grandeza de alma y de ánimo, como los hobbits de Tolkien; otros se enfrentan a la muerte desde la duda y el desengaño ante la calidad humana, como Hamlet, príncipe de Dinamarca; otros, desde el pragmatismo y la lealtad, pese al peso del miedo y el sentido común, como Sancho Panza… Pero al fin y al cabo todos nos terminamos por enfrentar con el destino, con el temible rival, en el combate inevitable. Lo importante es que el oponente y la lucha merezcan la pena, pues nuestro verdadero valor lo marca el de nuestros rivales. Moby Dick merece la pena porque nos hace dejar de ser irrelevantes, como los gigantes imaginarios del Caballero de la Triste Figura o el Sauron de Mordor. El amor de Dulcinea o los besos de la bella Aldonza (yo siempre he preferido éstos, la verdad) El ideal, la realidad, la maldita realidad.
A veces, los besos húmedos y calientes de los labios carnosos de Aldonza valen mucho más que el noble ideal y, entonces, la realidad deja de ser maldita, acaso por un instante, por un momento, breve pero intenso. Pero el ideal permanece y me batiré en duelo con todo aquel que ose poner en tela de juicio la honra de la sin par Dulcinea, por incierta que ésta pueda ser. Dos caras de la misma moneda, rasgos del mismo ser. Y allá donde mi brazo alcance, clavaré mi arpón. Y aplicaré mi lanza allá donde haya un entuerto que desfacer. Allá donde pueda fundir un anillo esclavizador encaminaré mis pasos. Allá donde pueda seguir su estela perseguiré al Nautilus y, aunque me duela en el fondo de mi cansado corazón, seguiré susurrando y regalando a quien sea poemas con tal de ver dibujada una sonrisa en los labios de la bella Roxana hasta que un día, al fin, me ame. Esclavos de azar, adalides del despecho, caballeros andantes, balleneros obsesivos, mosqueteros del rey, militares de misión en zona, capitanes geniales y clandestinos que hicieron feliz nuestro pasado, dan un norte al presente e infunden valor para el futuro. Valor noble y desinteresado contra la crueldad, la grosería, la zafiedad y el egoísmo de los que suelen gobernar nuestras vidas y, aún más, contra nuestros propios defectos, los peores sin duda.
Capitanes de abril, sigue habiendo claveles que poner en las bocachas de ciertos fusiles. Sigue habiendo claveles en los jardines de nuestra sociedad enferma de codicia para evitar la enfermedad terminal. Luchadores enfrascados en guerras imposibles por un noble ideal que no cejan en su empeño hasta el instante final, que se caen y se levantan, que se ridiculizan para emerger bañados de la gloria final, que vencen y son vencidos, que aunque fallezcan nunca mueren en nuestra memoria porque fueron bien nacidos. Porque apostaron por el compromiso con los demás y con ellos mismos. Porque se juegan todo a una carta sin duelo y sin remordimientos. Luchar, arriesgar… vivir. Apostar, ganar, vencer… vivir. Porque sólo los que luchan valen, aunque pierdan la vida en el envite. Porque soy mejor cuando pido perdón que cuando pido permiso….
A veces oteo el horizonte y, entre las olas, veo aparecer súbitamente un chorro de agua y un inmenso lomo blanco que brilla al sol. “¡Por estribor resopla!”, grito, y Achab y el indio Qeequeg cogen sus arpones mientras el Pequod vuela sobre el mar, en su ¿vana? lucha contra el mal y el absurdo del mundo.

Jose Manuel Iglesias Cervantes.
El Mercado.

Stephen Hawking y Las Lagartas Amarillas.


“Para mi cerebro matemático, los meros números hacen que pensar sobre extraterrestres sea perfectamente racional. El verdadero desafío es averiguar cómo pueden ser de verdad”, ha manifestado el físico y ex profesor de la Universidad de Cambridge Stephen Hawking. Estos extraterrestres podrían ser inteligentes y constituir una amenaza, según manifestó en una entrevista en la cadena Disney Channel. “Si nos visitaran, los resultados serían como cuando Colón llegó a América, algo que no salió bien para los nativos americanos”. Estos extraterrestres que expoliarían nuestros ya sobreexplotados recursos naturales podrían ser herbívoros, bípedos, amarillos y con forma de lagarto (como en la serie “V”, pero sin tías buenas en apretados vestidos de látex).

En San José de Valderas somos expertos en visitas de civilizaciones extrañas y frikis en general, desde que el famoso grupito de ovnis sobrevolara los castillos del señor marqués. Siempre me ha costado creer que un ser asaz adelantado atraviese distancias siderales para abducir a un pobre cateto y explorarle el esfínter anal, pero vaya usted a saber… Igual en vez de lagartos culeros nos visitan lagartas… y sus lenguas bífidas seguro que nos darán mucho juego. En cualquier caso, las “extraterrestras” son amarillentas y tienen muy mala leche… Bueno, hasta aquí nada especialmente sorprendente, pasa exactamente igual con las “terrestras” cirróticas a causa del botellón indiscriminado y recurrente. Pero sucede que los “extraterrestros” son unos chungos de mucho cuidado, según ha visualizado Hawking, y es cosa de tener en cuenta porque, amén del último genio vivo al nivel de Albert Einstein o Isaac Newton, está el pobre imposibilitado, se debe aburrir de la leche y le debe de dar a la almendra una barbaridad… es decir, que cavila un huevo y parte del otro. Recordemos que ya en su día avanzó que los alienígenas nunca habían visitado nuestro planeta porque, de haberlo hecho, habrían dejado basura. Razonamiento que comparto al ciento por ciento, más que nada porque soy español y conozco el paño. Si fuera suizo igual hasta lo ponía en duda, pero habiendo nacido en la piel de toro sé bien como queda cualquier merendero tras una tarde dominguera, que parece mentira que seamos campeones del mundo y de Europa en baloncesto porque no acertamos a meter un solo desperdicio en las papeleras, al parecer todos los escupe el aro y, como debemos andar fatal de los riñones, no nos agachamos ni luchamos por el rebote.

Así pues, a tenor de lo manifestado por el insigne físico británico, a temblar tocan amiguetes… ¡Joder, y justo ahora que íbamos a salir de la crisis de los señores especuladores que siempre la montan y nunca pagan! Es por este motivo que un servidor, por si acaso, se ha puesto solícitamente a las órdenes de nuestra nunca suficientemente bien ponderada ministra de Igualdad, para que los seres amarillos que dominarán el mundo (no, no hablo de los chinos, que ésos ya lo dominan ahora) me traten en justa paridad. Así pues he comenzado a hablar como es del gusto de la señora Bibiana Aído, sólo con “-istos” e “-istas”, y huyendo de los abominables participios activos que tanto mal han hecho por la igualdad entre hombres y mujeres. Cuánto mejor ser “periodistos” o “violinistos”, por no hablar de “policíos” o “militaras”. Qué dichosos y dichosas seremos y “seremas” cuando seamos y “seamas” miembros y “miembras” del/la Ministerio/a Igualitario/a Intergaláctico/a. No albergo la menor duda de que ésta será misión prioritaria de las “extraterrestras”, mientras los “extraterrestros” nos colonizan como es debido, como nuestros antepasados hicieron en el pasado, esto es: dándonos por el colon, pues de ello deriva el verdadero significado de colonización y no de Colón como se nos ha dado en enseñar en las escuelas. La historia nos demuestra que cada vez que una sociedad tecnológicamente más avanzada visita a otras más retrasadas, los miembros de estas últimas empiezan por abrazar alguna religión amorosa entre llamas o hierros candentes, siguen aprendiéndose el nuevo idioma a golpe de porrazo y terminan por acarrear pedrolos a cualquier pirámide, catedral o mezquita, o extrayendo minerales en una mina insalubre.

Serán ellas las que lleven la voz cantante (¿tal vez ”cantanta”?), pues serán más astutas. Estoy seguro porque ya en la adolescencia mi madre me prevenía para que tuviera mucho cuidado porque “hijo mío, hay cada lagarta por ahí…” Ya ven, y más allá, hasta en el Reverso Tenebroso de la Fuerza… lagartas interestelares… y eso deben ser muchas horas de vuelo… En fin, consolémonos pensando en los brillantes próceres que nos protegen: Merkel la dulce, que cuando asegura que va a hacer un griego tiembla Europa; los boys Nicolás Sarkozy y Silvio Berlusconi, especialmente indicados para el trato con féminas; Vladimir Putin se moverá como pez en el agua, y ya podrá envenenar a gusto a diestro y siniestro a base de plutonio radiactivo (entre amarillentos y verduzcos, sus víctimas no llamarán la atención ni levantarán sospechas); Bin Laden las podrá convencer de las bondades del derecho plenamente constitucional del uso del burka y de la bondad cultural de la ablación del clítoris; y nuestro Zapatero podrá desarrollar al fin su afamada Alianza Intergaláctica de las Civilizaciones (solamente en dietas de viaje y hospedajes nuestros representantes se van a llevar un auténtico pastizal, (¡ay! que boyantes negocietes se abren ante el Bigotes, Filesillos, Gúrteles y demás genios de las finanzas patrias) y el simpar Rajoy… ¿Rajoy? ¿Mariano?... Bueno, no debe estar o está callado, como corresponde a un líder de su talla. Menos mal que doña Espe Aguirre, la súperlideresa, se reservará para acaudillar las rebeliones que procedan.

Mientras tanto, adelantémonos nombrando como nuestros embajadores en Raticulín y Ganímedes a Crístofer Jesús, con su dominio del idioma “fiuu-fiuu”, y a Tristanbraker, que ya ha mantenido conversaciones interestelares con ellos desde su walky-talky de “El Corte Chino”, a 2 euros la docena de radioteléfonos de plástico fino, fino…Yo acepto cualquier cosa, a excepción de que nos invadan los repelentes Ewoks. ¿Qué dirán en Badalona y en Vic cuando sepan que vienen ¡¡¡13 millones de extranjeros invasores!!!… Lo peor de todo será que se llevarán a Elsa Pataky y a Patricia Conde y nos dejarán aquí a Belén Esteban y a Karmele Marchante… son lagartos cosmonautas, no unos gilipollas como ET, que vino en un cohete y se marchó dando pedales en una bicicleta con canastillo.

Jose Manuel Iglesias Cervantes.

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado.

8 y 1/2.


He amado y me han amado menos mujeres de las que he querido… y muchas más de las que he merecido. La memoria es una compañera peligrosa. A la que te descuidas te gasta una jugarreta y te mete en un aprieto. Es selectiva, tiende a sublimar lo que creímos bueno y a enterrar lo que nos produjo dolor o en su momento juzgamos malo. Y no siempre es así, objetivamente, en uno u otro sentido.
La memoria, como el lenguaje, es traviesa y juega con nuestro entendimiento. Todas las palabras tienen, como mínimo, doble sentido, por eso debemos leer siempre entre líneas, pues a menudo la primera interpretación no es la correcta, ni la primera impresión la más acertada, a pesar de la creencia popular. Por ejemplo, no olvidemos que “caer” es perder el equilibrio hasta dar en tierra, y dejar de ser o desaparecer, pero también significa llegar a comprender algo. Asimismo se puede aplicar a los conceptos náuticos de disminución del oleaje o de desviarse un barco de su rumbo. Es un ejemplo muy gráfico de cómo algo con un mismo aspecto puede significar muy diferentes cosas en función del contexto o de la intención, y sobre todo de la actitud del receptor.
En fin, intentaré que mi barco no se desvié del rumbo inicialmente trazado al comenzar a escribir estas líneas. Gracias a Facebook he vivido durante los últimos meses una experiencia similar a lo que Federico Fellini recreaba en 8 y 1/2, o en su remake Nine. De las maneras más sorprendentes y de las costuras de la red han ido apareciendo en mi perfil, muro o como se le quiera llamar un grupo de mujeres que, de un modo o de otro, he amado o me han amado, o ambas cosas. Como quiera que el orden en que aparecen las fotografías es aleatorio, una vez coincidió que salían todas ellas juntas en fila, como en el citado film Ocho y Medio. Y algo tan aparentemente frío como la pantalla de un ordenador me produjo una honda sacudida en el pecho. Un aluvión de recuerdos y experiencias buenas, malas y regulares invadieron mi cabeza con la visión de aquellas fotografías de rostros familiares que un día marcaron mi vida. Faltaban un par de ellas, cierto es, pero como no he sido Casanova precisamente su ausencia no lastra este relato. Con las que salían en el perfil era más que suficiente.
El amor infantil y puro; amores adolescentes volcánicos, torturados y explosivos; amores juveniles, pasionales, profundos y desaforados; amores sosegados, amores tozudos, amores tempestuosos, amores radicales y amores imposibles; amores de madurez, sosegados, sentidos. Amores náufragos, la mayoría. Amores impactantes todos. Responsables de una forja, la mía, porque estas mujeres son las que me han ido construyendo hasta ser como soy en la actualidad. Han sido, en cierta medida, escultoras que han ido modelando mi personalidad desde la infancia hasta la madurez. No sería quien soy sin el concurso de estas deliciosas mujeres, por mal que lo haya podido pasar en ocasiones. Los hombres somos sin duda el producto de las mujeres que jalonan nuestro paso por la vida, por eso el que las maltrata o ningunea no demuestra más que su propia inmadurez y cobardía, y lo que es aún peor: su necedad.
Hoy día cada una de ellas vive su vida ajena, o cuando menos alejada, de la mía, pero merced a la red podía ver los diferentes prismas de sus vidas y de la mía propia, con cierta perspectiva. Un broma del destino, sin duda. Dicen que cuando vas a morir, tu vida se proyecta ante tus ojos como una película. Facebook ha posibilitado que esto pueda pasar sin necesidad del fatal desenlace y, aunque sólo hubiera sido por esto, ya merecería la pena sumergirse en esta red social. Por haberme permitido volver a saber de ellas y ellas de mí. Por alegrarme de que todas ellas sigan bien, sean felices y, al parecer, me recuerden con agrado. Es mucho más de lo que podía esperar. Ahora seguimos en contacto, no somos meros fantasmas incorpóreos sin aliento en las mentes el uno de las otras y viceversa. No puedo hacer otra cosa que expresarlas mi reconocimiento y honda gratitud por haberme querido si acaso un poquito alguna vez, incluso a las que no aparecen, porque el misterio es otro jalón en el ciclo vital.
Y la vida continúa o, parafraseando de nuevo a Fellini: E la nave va.

Jose Manuel Iglesias Cervantes.

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Colegio del Mercado

Los recuerdos, eternos compañeros de viaje y guías de conducta futura. El dueño de este blog (1) y quien estas líneas escribe estudiábamos en un colegio que ocupaba la planta superior del mercado de San José de Valderas. No tenía ventanas, sino unos minúsculos ventanucos del tamaño de un ladrillo alineados en hilera unos al lado de otros por los que pasaban unos rayitos de luz tan insignificantes que se precisaba el empleo de luz eléctrica todo el día. Los alumnos éramos formados en columnas y filas, al estilo del ejército, en la calle y accedíamos al colegio atravesando en fila india el interior del mercado, entre los puestos, y ascendiendo por una escalera interior. Posteriormente construyeron una escalera exterior de hierro, para descanso de los sufridos tenderos.
Hubo de todo, como en botica, pero recuerdo con nitidez que la mayoría de los profesores nos sacudían que daba gusto, sobre todo don Millán, que nos hacía cantar el “Cara al Sol” y rezar el “Credo” a diario, y que el día que Franco falleció lloraba a moco tendido ante “el fin de España y su esplendor imperial ante las hordas rojas”. Yo recuerdo aquella fecha porque nos dieron tres días libres y echaban películas de guerra en la televisión (única, grande y algo más libre desde entonces).
Recuerdo el olor a colonia Pachulí y las rumbas de Los Chichos que palmeaban en círculo los macarrillas de la clase, los duros del lugar. A nosotros nos gustaba más el rock y el pop (hay cosas que nunca cambian) y, en cuanto teníamos ocasión, nos fugábamos a los castillos y a la piscina de los tritones a jugar a las dreas o a deslizarnos sobre unos cartones por una cuestecilla que estaba al lado del castillo principal hasta que se nos rompían los pantalones. Coleccionábamos piedras que recogíamos en la vera de dichos castillos que, según los entendidos, estaban cristalizadas por efecto de los motores de unos platillos volantes que se habían posado sobre ellos. Recuerdo las fotos, en blanco y negro y grano enorme. Y recuerdo que pensaba que ya que habían venido desde tan lejos, y puesto que tenían una técnica tan avanzada, podían haber aprovechado y construir un cole en condiciones. Años más tarde vi allí mismo a un “friki” llamado Tristanbraker diciendo a voz en grito a los que allí le mirábamos que los extraterrestres regresaban en sus naves y que iba a contactar con el jefe de ellos con un walky-talky de un todo a cien que esgrimía en la mano… Menudo alcance que tenía el aparato.
Recuerdo que estábamos rodeados de campo, de higueras y moreras. Criábamos gusanos de seda e íbamos todos de uniforme: pantalones vaqueros de Los Catalanes, zapatillas Tórtola de Los Guerrilleros y parcas con capucha de forro naranja en sus tres variantes, a saber: azul, verde o marrón. Recuerdo que sentí la primera llamada del amor por una compañera de clase. Una chica preciosa, morena y de sonrisa luminosa que se llamaba Magdalena, al menos así la recuerdo yo pues no la he vuelto a ver desde que acabé la E.G.B., es decir hace la friolera de 31 años. Como quiera que no di el estirón hasta los 14 años y que Magdalena era la “novia” de un tal Maestro, un armario ropero de tres puertas que encima acudía a clase armado con unos “nunchakus”, decidí con buen criterio llevar mi amor en secreto y no arriesgarme a que me pusiera la cara como un mapa, como le sucedió a unos cuantos. Primera lección vital. Espero que la chica encontrara mejor novio con el tiempo, más que nada por su bien, o que el muchacho se tranquilizara y encauzara sus fuerzas a labores menos destructivas. Quién sabe, igual acabó trabajando de extra en alguna película de Jackie Chan.
Recuerdo haber mantenido trato cordial pasados los años con muchos de aquellos “malos” de su pandilla, y ver que en realidad no lo eran. La mayoría eran muy nobles si llegabas a conocerlos; yo he sido a la larga bastante más malo que muchos de ellos y, en cierto modo, les debo haberme curtido en la calle, sobre todo en la disputa del bocadillo. El que no espabilaba no almorzaba y no aprendía, pero los tontos son arena de otro costal. Ya lo dijo Campoamor: el que es tonto de pequeño, gilipollas de mayor.
Pasados los años y tratando en otras esferas, sonríes cuando les llaman “malos”. Malos son los Roldán, Cachulis y “gurteleros” de turno que exprimen todo el jugo del limón para su vaso vaciando los de los demás; los especuladores bursátiles y los banqueros rapaces que obligan a cerrar empresas y desahuciar hogares sepultando los sueños de los más humildes. Y estoy seguro que muy pocos de estos sátrapas eran “malos” en el colegio.
Recuerdo los estragos de la droga, en concreto de la heroína, y de la cárcel en muchos de aquellos muchachos que ahora nos contemplan desde otra vida porque transitaron por ésta deprisa, deprisa, demasiado deprisa. Y los recuerdo siempre igual, porque ellos no envejecen en mi memoria, siempre son niños, demasiado jóvenes para ser malos de veras. Ángeles con alas rotas que llegaron al cielo enganchados al hilo de una jeringuilla, pisoteados por los cascos del caballo que un día creyeron domar.
Recuerdo nuestra educación callejera y la escolar, como una suerte de Jeckyll y Hide suburbiales. Terminé comprendiendo que, pese a las carencias de todo tipo (sonrío cuando escucho a los nostálgicos diciendo que nada ha mejorado con la democracia) el nivel de nuestros profesores era elevado, lo que me permitió tener una sólida base que me fue muy útil en el instituto y en la universidad, y aquí estoy, producto cien por cien de la denostada enseñanza pública y de la educación en barrio obrero, porque eso es lo que era y lo que sigo siendo: un chico de barrio, por más que algunos de mis amigos de entonces renieguen de ello y pretendan disimularlo. Yo no, yo lo tengo a gala. Claro que la razón y los recuerdos son como los culos: cada uno tiene el suyo y piensa que son los demás los que apestan, nunca el propio.
Recuerdo el pequeñísimo quiosco de golosinas (entonces no decíamos “chuches” y, mucho menos, “los chuches”) situado enfrente del colegio, y que nos atraía como un imán al hierro, a comprar gominolas, palulú, regaliz y, los más duros, cigarrillos sueltos. A menudo me pregunto qué recuerdos tendrán aquellos compañeros que no he vuelto a ver, porque la vida es una pirámide con diferentes prismas. Se me antoja curioso que recuerde el nombre y apellidos de tantos de aquellos críos, más que el de otros jóvenes, hombres y mujeres con los que he convivido mucho más recientemente. Recuerdos del cole, de niños de barrio, antes de que perdiéramos para siempre la inocencia en una fábrica, en una tasca, en una zanja, entre unos barrotes, en zona de combate o en un burdel. Recuerdo aquellos molletes de pan recién hecho del mercado y las lonchas de mortadela con aceitunas o de chóped con que nos rellenaba el charcutero los bocadillos al salir al recreo… Recreo, palabra evocadora donde las haya. Juegos, dola, churro, media maga, manga entera, carreras, libertad. Y a la dulce Magdalena, con una manzana de la frutería de sus padres… amor puro y libertad.

Recuerdos.

Jose Manuel Iglesias Cervantes.

(1) Esta columna se publicó por primera vez en el blog "Valderas Gráfico" de Fermín López Galindo, compañero mío de aula y amigo.

miércoles, 9 de junio de 2010