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jueves, 10 de junio de 2010

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado.

La Niña Lunática y el Hombre Lobo Enamorado.


Mi niña cree que es una lunática y no es cierto. Mi niña se prendó de la luna porque le deslumbró su brillo entre las sombras y la bruma. Cual algodón de azúcar se la llevó a los labios y se deshizo en su boca, acarició sus senos y se instaló en su pecho. Le reveló sus deseos y le confió sus miedos.
Tan mujer y tan niña, tan fuerte como insegura. Bailó bajo la luz de la luna, desnudo su cuerpo, desnuda su alma. Surcó los mares y paladeó la espuma. Bailó desnuda bajo la luz de la luna y los monstruos y las bestias se enamoraron de ella, de su rostro infantil, de sus senos de nácar, de su corazón de piruleta, rojo y dulce, espinoso y ajado. Lo remendó con hilo de esperanza y oro e intentó ascender hasta ella, peldaño a peldaño, pero se quedó colgada en un ay, pendiente de un cordón de plata lunera, porque las escaleras que van al cielo hunden sus patas en el cieno de las podredumbres del suelo. Mas era un hilo esperanzado, inteligente, enamorado. Un hilo del material de los sueños, un hilo de deseo encendido porque ella es puro sexo, sexo puro, porque el sexo sólo es uro cuando no está reprimido ni aprisionado o, cuando estándolo, se ha liberado. Cuando el sexo es libertad, cuando el amor no está condicionado, cuando el deseo es un torrente y el amor es radical y no está hipotecado o calculado.
Mi niña soñó con ser una embarazada imaginaria, un robot, un espíritu, una bailarina, una muñeca, una funambulista sobre el cable de la vida y una hechicera, y fue todas y ninguna de ellas. Mi niña baila bajo la luz de la luna porque es la reina de las mareas y ella es mi princesa escondida, mi princesa sin reino y con un corazón de piruleta, remendado, mil veces cosido, dolido pero vivo… vivo… vivo. Mi niña está prendada de la luna y yo de ella, con mi cuerpo agotado y sangrante de zarpazos, pero vivo… vivo… vivo.
No, ella no es mía, ni de nadie. Ella es la niña de la luna, ella es libre. Y yo un viejo hombre lobo enamorado de ambas, que no se cansa de hacer brindis al sol y aullar palabras de amor a la luna.

Jose Manuel Iglesias Cervantes para Marta y Luis Rico.

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