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jueves, 10 de junio de 2010

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado

Allí donde mueren las gallinas


Chulo. Que se comporta con jactancia y presuntuosidad. Llaman chulo y borde a Cristiano Ronaldo, porque se ha encarado con un grupo de aficionados en Almería que le vociferaban “ese portugués, que hijoputa es”, “nos la vas a comer” y otras lindezas similares. El chico, más que harto de escuchar tales cantinelas día sí y día también, les mandó a salva sea la parte y, tras meter un gol en el campo, les dijo “nos os oigo cantar nada” o cosa parecida… Y es un chulo y un impresentable, reconvenido por su propio director deportivo, Jorge Valdano, en el extendido entendimiento de que “el público siempre tiene razón” y que hay que oír y callar. Porque estamos en la sociedad del todo vale, donde todo son derechos sin deberes y la modestia, la educación o el respeto siempre le son exigibles a los demás y nunca a nosotros mismos, en esta sociedad de acomplejados, mediocres y meapilas, sólo valientes desde el anonimato del rebaño, al amparo de la masa.
Pues yo digo no. Humildemente: no, señor. El chico es un excelente futbolista, atractivo y multimillonario y, claro, esto muy difícil de digerir. Y el público, cuando se convierte en chusma vociferante y mal hablada, en mole canallesca, no sólo pierde la razón sino que se torna en algo manifiestamente peligroso y dañino. De nada valdrá recordar que el deporte se basa en valores ya totalmente trasnochados, cuando no directamente olvidados o caídos en desgracia. Que el fútbol, y sobre todo mi admirado, por añorado, rugby se basaban en animar a tus colores pero siempre desde el respeto al contrario y, si éste te derrotaba con limpieza, merecía ser reconocida su superioridad y serle rendida tu admiración y tu aplauso, con el objetivo de mejorar y poderle derrotar en la siguiente ocasión en buena lid. Es lo que diferencia a un caballero de un rufián, aún más, lo que distingue a un ser humano de una bestia parda. En suma, unos preceptos morales totalmente alejados de los que han convertido este deporte en un lamentable “espectáculo” (qué miedo me produce esta palabra en bocas malintencionadas y contextos equivocados, pues en su nombre todo está permitido) de billeteras engordadas sospechosamente, de vanidades desmesuradas y de metrosexuales sin neuronas. Una secta de seguidores cerriles donde lo único que cuenta es vencer al precio que sea, de negadores de la evidencia y del agua y la sal al rival, en sintonía con la máxima ignominiosa del “pisalo, al contrario, pisalo” del insigne entrenador argentino Carlos Bilardo.
Nos hemos vuelto todos locos o unos cretinos desnortados. Nos ganamos una merecida libertad tras años de secuestro y hemos pasado de ser ilusionados libertos a libertos desnortados. Suerte que no soy ningún crack futbolístico porque si no verían realmente lo que significa ser un chulo y un cabrón, porque los animales sólo entienden el idioma de las bestias. “Alto, fuerte, lejos”, el viejo lema latino, ha sido sustituido por el de “Necio, sordo, ciego”, pues no hay peor ciego que quien no quiere ver ni peor asno que quien no desea ser desasnado. Bienvenido, pues, Cristiano a mi barrio y al País de las Maravillas, a mi país de burriciegos, donde no hay deberes, sólo derechos, donde los radicales de izquierdas y los falangistas “velan” por la democracia y sus principios; ellos volverán a precipitar su final ante nuestra desidia, galbana y cobardía, aunque nos queda la esperanza, que es lo último que se pierde. La esperanza, esa dulce amante que nunca nos abandona mientras nos quede aliento, dando un rayo de luz a nuestras vidas. La esperanza… sí, esa puta que se viste de verde y que, más tarde o temprano, siempre te vende.
Dicen que el esperma masculino español (“¡Viva el semen español!”, vociferaba un chavalín ante las cámaras de televisión en un arranque carpetovetónico de patriotismo) está perdiendo calidad por la contaminación y ciertas hormonas de las vacas… o quizá por las hipotecas, el paro y la desesperanza, vaya usted a saber, hasta que lleguemos al hombre del pene retráctil, último eslabón de la cadena evolutiva, que halló su precedente en un pastor mejicano que años ha falleció aplastado por una roca desprendida de un monte mientras se beneficiaba sexualmente a un ave… Murieron ambos en el acto (nunca mejor dicho) gallina ella, tonto él. ¿Realmente dará tiempo a que cambie el clima antes del fin del mundo con tanto imbécil en las esferas de decisión? Estamos en manos de los idiotas del terror y de los manipuladores de las masas por el miedo. No salgas, no hagas, no digas….
España sólo hay… dos. Somos hijos de Caín. Sinvergüenzas en puestos de poder e inocentes sentados en los banquillos. Y sin noticias de Robin Hood. La paz de los muertos no es paz, es un grito horrendo que se oye como un lamento sordo más allá de las tapias de los cementerios. No puede existir una democracia real mientras haya muertos, con independencia del bando o del credo ideológico, sepultados en cunetas o descampados. Así no descansan en paz y menos aún sus descendientes. No hay paz sin reposo, no hay paz sin guerra, ni guerra sin disputas económicas y de poder. El poder corrompe y, en la medida que aísla, atonta. Siempre se ha hecho negocio de los muertos y de la pesadumbre como con las tapas de mármol en las mesas de los bares madrileños de La Colmena: empresas cibernéticas de búsqueda de empleo que sólo colocan en función de lo que paga el desempleado. Ya no se cobra por trabajar, se paga. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ve con espanto la rigidez de nuestro mercado laboral y la receta que aconseja es sencilla: abaratar el despido de los contratados fijos para igualarlos (en la podredumbre) con los contratados temporales. Temporalidad, mal sempiterno de nuestro mercado. Cuatro millones y medio de parados y el despido es caro, qué será cuando éste sea barato. Los responsables de la crisis económica no sólo no piden perdón sino que siguen exigiendo, y la cuenta de la orgía la pagan los de siempre, los que no han fornicado. Así pues sólo me queda ser un chulo, no como Cristiano Ronaldo, y mirarles a los ojos llevándome las manos allí donde mueren las gallinas.

Jose Manuel Iglesias Cervantes.

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