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jueves, 10 de junio de 2010

Libertos y Desnortados (las columnas del Mercado)

El Mercado.

8 y 1/2.


He amado y me han amado menos mujeres de las que he querido… y muchas más de las que he merecido. La memoria es una compañera peligrosa. A la que te descuidas te gasta una jugarreta y te mete en un aprieto. Es selectiva, tiende a sublimar lo que creímos bueno y a enterrar lo que nos produjo dolor o en su momento juzgamos malo. Y no siempre es así, objetivamente, en uno u otro sentido.
La memoria, como el lenguaje, es traviesa y juega con nuestro entendimiento. Todas las palabras tienen, como mínimo, doble sentido, por eso debemos leer siempre entre líneas, pues a menudo la primera interpretación no es la correcta, ni la primera impresión la más acertada, a pesar de la creencia popular. Por ejemplo, no olvidemos que “caer” es perder el equilibrio hasta dar en tierra, y dejar de ser o desaparecer, pero también significa llegar a comprender algo. Asimismo se puede aplicar a los conceptos náuticos de disminución del oleaje o de desviarse un barco de su rumbo. Es un ejemplo muy gráfico de cómo algo con un mismo aspecto puede significar muy diferentes cosas en función del contexto o de la intención, y sobre todo de la actitud del receptor.
En fin, intentaré que mi barco no se desvié del rumbo inicialmente trazado al comenzar a escribir estas líneas. Gracias a Facebook he vivido durante los últimos meses una experiencia similar a lo que Federico Fellini recreaba en 8 y 1/2, o en su remake Nine. De las maneras más sorprendentes y de las costuras de la red han ido apareciendo en mi perfil, muro o como se le quiera llamar un grupo de mujeres que, de un modo o de otro, he amado o me han amado, o ambas cosas. Como quiera que el orden en que aparecen las fotografías es aleatorio, una vez coincidió que salían todas ellas juntas en fila, como en el citado film Ocho y Medio. Y algo tan aparentemente frío como la pantalla de un ordenador me produjo una honda sacudida en el pecho. Un aluvión de recuerdos y experiencias buenas, malas y regulares invadieron mi cabeza con la visión de aquellas fotografías de rostros familiares que un día marcaron mi vida. Faltaban un par de ellas, cierto es, pero como no he sido Casanova precisamente su ausencia no lastra este relato. Con las que salían en el perfil era más que suficiente.
El amor infantil y puro; amores adolescentes volcánicos, torturados y explosivos; amores juveniles, pasionales, profundos y desaforados; amores sosegados, amores tozudos, amores tempestuosos, amores radicales y amores imposibles; amores de madurez, sosegados, sentidos. Amores náufragos, la mayoría. Amores impactantes todos. Responsables de una forja, la mía, porque estas mujeres son las que me han ido construyendo hasta ser como soy en la actualidad. Han sido, en cierta medida, escultoras que han ido modelando mi personalidad desde la infancia hasta la madurez. No sería quien soy sin el concurso de estas deliciosas mujeres, por mal que lo haya podido pasar en ocasiones. Los hombres somos sin duda el producto de las mujeres que jalonan nuestro paso por la vida, por eso el que las maltrata o ningunea no demuestra más que su propia inmadurez y cobardía, y lo que es aún peor: su necedad.
Hoy día cada una de ellas vive su vida ajena, o cuando menos alejada, de la mía, pero merced a la red podía ver los diferentes prismas de sus vidas y de la mía propia, con cierta perspectiva. Un broma del destino, sin duda. Dicen que cuando vas a morir, tu vida se proyecta ante tus ojos como una película. Facebook ha posibilitado que esto pueda pasar sin necesidad del fatal desenlace y, aunque sólo hubiera sido por esto, ya merecería la pena sumergirse en esta red social. Por haberme permitido volver a saber de ellas y ellas de mí. Por alegrarme de que todas ellas sigan bien, sean felices y, al parecer, me recuerden con agrado. Es mucho más de lo que podía esperar. Ahora seguimos en contacto, no somos meros fantasmas incorpóreos sin aliento en las mentes el uno de las otras y viceversa. No puedo hacer otra cosa que expresarlas mi reconocimiento y honda gratitud por haberme querido si acaso un poquito alguna vez, incluso a las que no aparecen, porque el misterio es otro jalón en el ciclo vital.
Y la vida continúa o, parafraseando de nuevo a Fellini: E la nave va.

Jose Manuel Iglesias Cervantes.

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